¿Qué se necesita para aprender?

¿Qué se necesita para aprender?

En los últimos años se está produciendo una revolución educativa. Los diferentes avances en Neurociencia han logrado, por fin, que la educación emocional llegue a aulas y hogares. Y es fascinante, ver como cada vez hay más personas que apuestan por una educación consciente y respetuosa.

Así que entiendo, que muchas familias comenten en las tutorías que prefieren que sus hijos sean felices a que aprendan contenidos.

Pero entonces, ¿ya no es tan importante el aprendizaje de contenidos y competencias?

Como bien sabrás, la educación tradicional te obligaba a memorizar contenidos sin parar.  Datos y más datos. Así que probablemente tu también pasabas las tardes haciendo codos para aprender conceptos que quedarían en el olvido al poco después de hacer el examen.

O si no ¿Quién se acuerda para qué servía el mínimo común múltiple?

Sabemos que el aprendizaje basado en la memorización no es efectivo a largo plazo y además a día de hoy está prácticamente obsoleto. La era de la información lo ha cambiado todo, tenemos acceso al conocimiento a golpe de clic y ya no es tan necesario memorizar datos.

Sin embargo, que el mundo haya cambiado no justifica que el aprendizaje de contenidos y competencias deba dejarse de lado. El quid de la cuestión está en cómo aprendemos estos contenidos.

Aprender es instintivo

Maria Montessori  ya decía a principios del siglo pasado que el aprendizaje es instintivo al ser humano, sobretodo durante los primeros seis años de vida.

Por ejemplo, un niño de un año es capaz de aprender a caminar sin que nadie le enseñe que primero debe poner un pie y luego el otro. Esto ocurre gracias a los periodos sensibles. 

Y según la doctora, todos tenemos una llama del aprendizaje que nos lleva a curiosear, asombrarnos, explorar y comprender. Una llama que debemos conservar durante toda la vida.

Porque aprender es un cambio de comportamiento a través de la experiencia. Y al final, la vida va de eso, de adaptarnos constantemente a lo que sucede a nuestro alrededor.

Así que, en mi opinión, el aprendizaje de contenidos y competencias sigue siendo muy importante. Es necesario que sigamos fomentando los intereses de niños y adolescentes, respetando sus ritmos evolutivos y ofreciéndoles lo que necesiten para seguir manteniendo viva esta llama.

Porque recordamos que el fracaso escolar no es del niño, sino del sistema que no se ha sabido adaptar a sus necesidades.

¿Qué se necesita para aprender?

A día de hoy sabemos, que para que el cerebro aprenda el contenido debe de ser funcional. Si el cerebro no ve útil  aquello que va a aprender no le va a gustar.

Con esto quiero decir que para aprender necesitamos emocionarnos.

Y si no haz memoria:

¿Te había pasado que aquella asignatura tan aburrida pasaba a gustarte mucho si te cambiaban el profesor? ¿La forma que tenía de explicar mejoraba tu rendimiento?

Está claro. Cuando un profesor transmite curiosidad y entusiasmo, el aprendizaje está “casi” asegurado.

¿Qué emociones son válidas para aprender?

Estarás de acuerdo conmigo que el miedo ha estado asociado al aprendizaje desde siempre. Estudiar para evitar suspender es algo muy integrado y que en cierta medida funciona.

Pero déjame decirte algo:

El aprendizaje basado en el miedo solo es efectivo a corto plazo.

Porque si yo siento miedo por aprender algo nuevo no estaré motivado para seguir aprendiendo.

Según la Neurociencia para integrar contenidos a la memoria a largo plazo, el aprendizaje debe ser placentero. La motivación es la clave del aprendizaje. Y emociones como la alegría (que no la euforia) y la sorpresa están relacionados con ello.

Cuando nos sorprendemos, segregamos acetilcolina, un neurotransmisor relacionado con la motivación y la atención. A más motivación, más placer y aporte de energía necesario para afrontar los retos del proceso de aprendizaje.

Y como siempre, para que todo esto suceda los adultos somos una pieza clave educando con el ejemplo. Debemos estar abiertos al aprendizaje y plantearnos la vida como un propósito de mejora continuo, entendiendo los errores como oportunidades y manteniendo encendida nuestra llama del aprendizaje.

Un adulto consciente en constante transformación es el mejor ejemplo para un niño.

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