¿Cómo fomentar un apego seguro?
Somos seres sociales y nacemos predispuestos a vincularnos con los demás.
Y es que el apego es una capacidad innata del ser humano que consiste en establecer un vínculo con un adulto de referencia, que normalmente en primer lugar es la madre. A continuación veremos algunas pautas para fomentar un apego seguro.
El primer autor que habló del apego fue John Bowlby (1907-1990), psicólogo y psiquiatra británico que a principios del siglo pasado estableció con su teoría del apego que los seres humanos podemos establecer relaciones emocionales estables e intensas con varias personas a la vez.
Años más tarde, Mary Ainsworth (1913-1999), psicóloga y discípula de Bowlby, demostró empíricamente la teoría del apego clasificando diferentes tipos de apego en función de su respuesta en exploración y separación de su madre. Gracias a ambos, a día de hoy podemos clasificar el apego en:

Según varios estudios, actualmente el 40% de niños, adolescentes y adultos muestran un apego inseguro, es decir tienden a relacionarse con los demás de forma insegura. Sí, a mi también me sorprende, es una cifra muy alta de personas a las que sus necesidades emocionales no han sido atendidas.
¿Y entonces, cómo puedo fomentar un apego seguro con mi hijo?
Para desarrollar un apego seguro, es imprescindible que las necesidades emocionales estén atendidas, sean del tipo que sean.
¿Pero qué entendemos por necesidades emocionales?
En cuanto a las necesidades emocionales, los niños tienen que sentir que pertenecen, que son vistos, que se confía en sus posibilidades (autonomía con límites) y que son aceptados de forma incondicional.

Sentido de pertenencia
El sentido de pertenencia es el sentimiento de formar parte de un grupo (familia, escuela, equipo, vecindad…) en el que adquirimos modelos de referencia. Es donde se dan nuestras relaciones sociales y gracias a esta interacción construimos nuestra personalidad.
Es imprescindible que los niños sientan que pertenecen a un grupo, esto les brinda seguridad, confianza y hace que sientan vistos y valiosos. Cuando esto no ocurre, sienten que no pertenecen y es cuando aparecen las conductas disruptivas como llamadas de atención y luchas de poder. Decisiones equivocadas que toman los niños para ser vistos y pertenecer.
Autonomía
La autonomía, parte de una necesidad cognitiva, es decir, el interés del niño para descubrir el mundo que le rodea. La autonomía tiene un impacto en su desarrollo emocional ya que conlleva una buena autoestima, autoconfianza y autoconcepto.
Esto no quiere decir que el niño haga lo que quiere, sino que el adulto, bajo unos límites claros y respetuosos, permite y fomenta que el niño descubra el mundo que tiene a sus pies.
Aceptación incondicional
Otra de las necesidades afectivas básicas es la aceptación incondicional. Es decir, que el niño sienta que es aceptado tal y como es.
Es común que como (p)madres, no estemos de acuerdo con algunas de las conductas de los de nuestros hijos, por ejemplo: cuando no quieren comer, ir a la cama, hacer la tarea o el caso del adolescente que llega a casa más tarde de lo acordado.
¿Qué ocurre entonces?
– ¿Otra vez llegando tarde, ¿no? ¡Eres un desastre! ¡No se puede confiar en ti, a la próxima no sales!
¿Crees que aquí está recibiendo un mensaje de amor incondicional?
Probablemente no. Y es que cuando estamos enfadados es difícil ser empáticos (nuestro cerebro se bloquea). Eso no quiere decir que no podamos expresar nuestra opinión, pero debemos recordar que para que llegue el amor incondicional debemos comunicar sin herir a la persona.
Veamos un ejemplo:
– “Veo que has llegado una hora tarde” (descripción objetiva de lo ocurrido)
– “Me gustaría que el próximo día llegaras a la hora pactada”. Expresar tu deseo, sin herir.
– “Qué necesitas para cumplirlo?” Y buscar soluciones al respecto.
Si queremos que ellos nos respeten nosotros también tenemos que respetarles. Generalizar y atacar a la persona no hará que colabore con lo pactado.
Decodificación y confianza mutua
Por otro lado, es importante que ellos sientan que pueden confiar en nosotros. Los niños son muy buenos observadores, sin embargo, es común que cometan errores interpretando la realidad.
Son curiosos y hacen mil preguntas por su afán de saber, preguntas que a los adultos nos ponen en un aprieto y muchas veces no sabemos qué contestar, como, por ejemplo: ¿el abuelo está malito, se morirá?
Cuando no tienen respuesta por parte del adulto (me quedo callada y no contesto) u obtienen una respuesta que no les convence (¿por qué dices estas cosas? No pienses en eso ahora…)lo que hacen es completar la información que les falta con fantasía.
Por ejemplo, pueden pensar:
– “El abuelo se irá al cielo y luego aparecerá un día en mi habitación.”
La decodificación consiste en explicarle al niño con un lenguaje adecuado a su edad lo que está ocurriendo. Poner palabras a sus sentimientos y emociones para que comprenda la situación que tiene enfrente. Poder hablar de las situaciones que le preocupan fortalecerá el vínculo y el niño se sentirá que puede confiar todo aquello que le preocupa con su figura del apego.

En conclusión, para fomentar un apego seguro, necesitamos que nuestra figura de apego esté disponible emocionalmente, que sea consciente de nuestras necesidades y deseos y que sea capaz de responder ante ellos.